viernes, 16 de octubre de 2015

SVETLANA ALEXIEVICH: PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2015

Queridos amigos:


Me complace compartir con vosotros la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura en el 2015 a Svetlana Alexievich. 

Svetlana Alexievich


La escritora, novelista y periodista bielorrusa, recoge en sus obras la crónica cruenta de la República de Belarús (Bielorrusia) y de la que fue la antigua Unión Soviética.


Svetlana Alexievich


Svetlana nació en la Ucrania soviética pero pronto su familia se  estableció en Bielorrusia. Allí estudió periodismo, en la Universidad de Minsk. Una vez licenciada inició su carrera profesional como profesora de historia y de alemán, dedicándose en seguida al periodismo.

Apadrinada literariamente por el escritor bielorruso Alés Adamóvich, comenzó su personalísimo estilo literario con la novela
La guerra no tiene rostro femenino (1983), en él aúna la narrativa a la crónica periodística, llegando a formar un collage, que recoge testimonios de las distintas vivencias que ella anota como entrevistas, transformada en reportera-novelista mientras viajaba por toda la Federación rusa. Novela que nos ofrece en primera persona las experiencias de mujeres rusas durante la segunda guerra mundial. Precisamente su adaptación dramatizada y representación teatral en Moscú en 1985 fue un punto fundamental de aperturismo, de la Glásnov iniciada por Mihail Gorvachov.

Periodista y escritora, Alexiévich ha retratado en lengua rusa la odisea, el drama humano, el sufrimiento que utiliza el testimonio descarnado de la primera persona o del monólogo. Así, con una técnica original, utilizando a veces, inclusi, voces, a modo de coro griego, relata Svetlana, diversos acontecimientos del ser humano durante nuestra historia coetánea: la segunda guerra mundial, la guerra de Afganistán,  la caída de la Unión soviética o la explosión de Chernóbil.

Con su crítica directa se enfrentó al régimen autoritario y a la censura de presidente de Bielorrusia: Alexander Lukashenko, de modo que abandonó Bielorrusia en el 2000, viviendo en París, Gotenburgo y Berlín. En 2011 volvió a Minsk.

Conozcamos ya a esta valentísima escritora, de la mano de sus descarnadas palabras, de sus maravillosas novelas y rindámosle el homenaje que merece la periodista y la narradora.

¡Enhorabuena Svetlana! Tu testimonio literario ha contribuido a liberar el sufrimiento de muchas personas. Gracias por tu profundo compromiso. Leámos ya algunos fragmentos de sus novelas:



Tigran Tsitoghdzyan




La guerra no tiene rostro femenino (1983)



Anya Grubina. Doce años. Ahora es artista. Vive en Minsk.
Soy una niña de Leningrado. Nuestro papá murió durante el bloqueo. Mamá nos salvó a los niños. [...] 



Richard Morin



Slavik nació en 1941. ¿Qué edad tenía cuando comenzó el bloqueo? Seis meses, solo seis meses. Ella nos salvó al enano y a los otros tres. Pero perdimos a papi. En Leningrado los papás de todos se morían primero; pero las mamás quedaban, probablemente no les permitían morir. ¿Con quién nos dejarían? 



Panayiotis Beldekos



Pero los padres nos dejaban con las madres. De Leningrado nos llevaron a los Urales, a la ciudad de Karpinsk. Se llevaron a toda nuestra escuela. En Karpinsk corrimos al parque de inmediato: no caminamos sino que nos lo comimos... Nos gustó en particular el alerce con sus agujas como plumas... ¡es delicioso! Mordisqueamos los brotes de los pinos pequeños y masticamos el pasto. Desde el bloqueo conocía todos los pastos comestibles; en el parque de Karpinsk había muchos amargos. 



De Es Schwertberger


Era el año 1942, también en los Urales había hambruna. En la casa de los niños todos éramos de Leningrado, y era terriblemente difícil, no nos pudieron alimentar durante largo tiempo.


De Es Schwertberger


No recuerdo quién fue el primero en la casa de los niños que vio a los alemanes. Cuando vi a mi primer alemán supe de inmediato que era un prisionero, que estaban trabajando fuera del pueblo en las minas de carbón.


De Es Schwertberger



Hasta el día de hoy no entiendo por qué vinieron a la casa de los niños, por qué a la de los de Leningrado.


Tigran Tsitoghdzyan



Cuando lo vi, no dijo nada. Acabábamos de terminar el almuerzo, y obviamente yo olía todavía a comida. Se quedó parado cerca de mí, olió el aire y su mandíbula se movió involuntariamente, como si estuviera masticando algo, y trató de agarrarlo con las manos. Trató de parar. Pero se movía y se movía. Yo realmente no soportaba ver a una persona con hambre. No podía mirarlo. Para nosotros, para todos nosotros, era como una enfermedad. Corrí y llamé a las niñas; alguien tenía un pedazo de pan, y se lo dimos.

 
Graeme Wilcox



No dijo nada, sólo nos agradeció: "Danke schön. Danke schön". Sabíamos cuando venían, uno o dos. Corríamos con lo que teníamos. Cuando me tocaban las tareas de la cocina, les dejaba mi pedazo de pan del día y a la noche raspaba las ollas. Todas las niñas les dejaban algo, pero no recuerdo si los niños les dejaban algo. Nuestros niños tenían hambre constantemente, la comida nunca les alcanzaba. Las maestras nos reprendieron, porque inclusive las niñas solíamos desmayarnos de hambre, de todos modos dejábamos comida en secreto para esos prisioneros.




Christopher David White




LOS CHICOS DEL ZINC (1989)

Un día llevamos a una muchachita. Había ido a Minsk a comprar algo de comida para su madre. Tenía una bolsa grande de la que asomaban cabezas de pollo, recuerdo, y una redecilla llena de pan.
Su made la esperaba en el pueblo. O mejor dicho, de pie en la puerta del jardín, llorando.
"¡Mamá!" La niña corrió hacia ella.
"Ay, mi amor. Recibimos una carta. Nuestro Andrei en Afganistán. Ohhh... lo mandan a casa, como hicieron con Ivan Fedorinov. Un muchachito necesita una tumba pequeña, ¿no es así como dicen? Pero mi Andrei era grande como un roble, medía más de seis pies" [...]


Dina Brodsky


¿De qué habla la gente en este momento, siete años ya en guerra? ¿De qué escriben en los diarios? Sobre nuestro déficit comercial y asuntos geopolíticos como nuestros intereses imperiales y nuestra frontera sur. 


Tigran Tsitoghdzyan


Pero escuchamos los rumores sobre esas cartas que llegan a esos apartamentos mal construidos en los pueblos, y a casitas de campo pintorescas... cartas a las que poco más tarde les siguen los ataúdes de zinc, demasiado grandes para que quepan en esas conejeras que construyeron en la década de 1960. (Las Kruschev, las llaman.) 


Tigran Tsitoghdzyan


Se espera que las madres, postradas de dolor sobre los ataúdes de metal frío, se recompongan y den discursos en sus comunidades, inclusive en las escuelas, para exhortar a que otros muchachos "cumplan con su deber patriótico". Los artículos periodísticos que mencionan las bajas sufren censura sin piedad.


Tigran Tsitoghdzyan


Quieren que creamos que "un contingente limitado de fuerzas soviéticas ayuda a un pueblo hermano a construir el camino hacia el futuro", que están haciendo un buen trabajo en las kishlaks (la palabra local para pueblos), que nuestros médicos militares ayudan a las mujeres afganas a dar a luz. Mucha gente lo cree. Los soldados de licencia llevan sus guitarras a las escuelas y cantan sobre cosas que deberían hacerlos llorar.



Dina Brodsky


Tuve una charla extensa con uno de ellos. Intentaba que admitiera lo horrible de la elección: disparar o no disparar. Pero no llegamos a ningún lado: el problema no parecía existir para él. ¿Qué está bien? ¿Qué está mal? ¿Está bien "matar en nombre del socialismo"? Para estos jóvenes los límites de la moral se definen en las órdenes militares que reciben.


Dina Brodsky


Yur Karyakin escribió en una ocasión: "No deberíamos juzgar la vida de un hombre por su percepción de sí mismo. Esa percepción puede ser trágicamente inadecuada". Y leo algo de Kafka sobre el hombre, irremediablemente perdido dentro de sí.
Pero no quiero escribir sobre la guerra otra vez...



De Es Schwertberger


VOCES DE CHERNOBIL (1997)



Gottfried Helnwein



También vinieron otras esposas. Pero no las dejaron entrar. Estuvieron conmigo sus madres. A las madres sí les dejaban pasar. La de Volodia Právik no paraba de rogarle a Dios: «Llévame mejor a mí».

 
Panayiotis Beldekos



El profesor estadounidense, el doctor Gale —fue él quien hizo la operación de trasplante de médula—, me consolaba: hay esperanzas, pocas, pero las hay. ¡Un organismo tan fuerte, un joven tan fuerte! Llamaron a todos sus parientes. Dos hermanas vinieron de Belarús; un hermano, de Leningrado, donde hacía el servicio militar. 


 
Gottfried Helnwein



La hermana pequeña, Natasha, de catorce años, lloraba mucho y tenía miedo. Pero su médula resultó ser la mejor... [Se queda callada.] Ahora puedo contarlo. Antes no podía. He callado durante diez años... Diez años. [Calla.]

 
Graeme Wilcox



Cuando Vasia se enteró de que le sacarían médula espinal a su hermana menor, se negó en redondo:
—Prefiero morir. No la toquéis; es pequeña.


Tigran Tsitoghdzyan


La mayor, Liuda, tenía veintiocho y además era enfermera, sabía de qué se trataba: «Lo que haga falta para que viva», dijo. Yo vi la operación. Estaban echados el uno junto al otro en dos mesas. En el quirófano había una gran ventana... La operación duró dos horas.

 
Graeme Wilcox


Cuando acabaron, quien se sentía peor era Liuda, más que mi marido; tenía en el pecho dieciocho inyecciones, y le costó mucho salir de la anestesia. Aún sigue enferma, le han dado la invalidez... Había sido una muchacha guapa, fuerte... No se ha casado...


Graeme Wilcox


Yo iba corriendo de una sala a otra, de verlo a él a visitarla a ella. Él no se encontraba en una sala normal, sino en una cámara hiperbárica especial, tras una cortina transparente, donde estaba prohibido entrar. Había unos instrumentos especiales para, sin atravesar la cortina, ponerle las inyecciones, meterle los catéteres... Y todo con unas ventosas, con unas tenazas, que yo aprendí a manejar. A extraer de allí... Y llegar hasta él... Junto a su cama había una silla pequeña.


Tigran Tsitoghdzyan



Entonces se empezó a encontrar tan mal que ya no podía separarme de él ni un momento. Me llamaba constantemente: «Liusia, ¿dónde estás? ¡Liusia!». No paraba de llamarme.



Graeme Wilcox


Las otras cámaras hiperbáricas en que se encontraban nuestros muchachos las cuidaban unos soldados, porque los sanitarios civiles se negaron a ello, pedían unos trajes aislantes. Los soldados sacaban las cuñas. Limpiaban el suelo; cambiaban las sábanas. Lo hacían todo. ¿De dónde salieron aquellos soldados? No lo pregunté... Solo existía él. Él... Y cada día oía: «Ha muerto...». «Ha muerto...» «Ha muerto Tischura.» «Ha muerto Titenok.» «Ha muerto...» Como martillazos en la sien.


De Es Schwertberger


Hacía entre veinticinco y treinta deposiciones al día. Con sangre y mucosidad. La piel se le empezó a resquebrajar por las manos, por los pies. Todo su cuerpo se cubrió de forúnculos. Cuando movía la cabeza sobre la almohada, se le quedaban mechones de pelo. Y todo eso lo sentía tan mío. Tan querido... Y ..

 
Dina Brodsky



OTRO FRAGMENTO DE:

VOCES DE CHERNOBIL  (1997)

El fallecimiento

Una noche estoy sentada a su lado en una silla. A las ocho de la mañana: "Vasia, salgo un rato. Voy a descansar un poco". Él abre y cierra los ojos: me deja ir. En cuanto llego al hotel, a mi habitación y me acuesto en el suelo -no podía echarme en la cama, de tanto que me dolía todo-, que llega una auxiliar: "¡Ve! ¡Corre a verlo! ¡Te llama sin parar!". Pero aquella mañana Tania Kibenok me lo había pedido tanto, me había rogado: "Vamos juntas al cementerio. Sin ti no puedo". Aquella mañana enterraban a Vitia Kibenok y a Volodia Právik.


De Es Schwertberger


Era muy amigo de Vitia. Dos familias amigas. Un día antes de la explosión nos habíamos fotografiado juntos en la residencia. ¡Qué guapos se veían allí nuestros maridos! Alegres. El último día de nuestra vida pasada. La época anterior a Chernóbil. ¡Qué felices éramos!


De Es Schwertberger





Vuelvo del cementerio, llamo a toda prisa a la enfermera: "¿Cómo está?". "Ha muerto hará unos quince minutos". ¿Cómo? Si he pasado toda la noche a su lado. 

 
Nikolai Lagoida


¡Si sólo me he ausentado tres horas! Estaba junto a la ventana y gritaba: "¿Por qué? ¿Por qué?"


Tigran Tsitoghdzyan


Miraba al cielo y gritaba. Todo el hotel me oía. Tenían miedo de acercarse a mí. Pero me recobré y me dije: ¡Lo veré por última vez! ¡Lo iré a ver! Bajé rodando las escaleras. Él seguía en la cámara, no se lo habían llevado.


De Es Schwertberger


Sus últimas palabras fueron: "¡Liusia! ¡Liusia!". "Se acaba de ir. Ahora mismo vuelve", lo intentó calmar la enfermera. Él suspiró y se quedó callado.


De Es Schwertberger


Ya no me separé de él. Fui con él hasta la tumba. Aunque lo que recuerdo no es el ataúd, sino una bolsa de polietileno. Esa bolsa. En la morgue me preguntaron: "¿Quiere que le enseñemos cómo lo vamos a vestir?". "¡Sí, quiero!". Le pusieron el traje de gala, y le colocaron la visera sobre el pecho. No le pusieron calzado. No encontraron unos zapatos adecuados, porque se le habían hinchado los pies. En lugar de pies parecía tener unas bombas. También cortaron el uniforme de gala, no se lo pudieron poner.


De Es Schwertberger

 

 

El cuerpo deshecho

Tenía el cuerpo entero deshecho. Todo él era una llaga sanguinolenta. En el hospital los últimos dos días, le levantaba la mano y el hueso se le movía, el hueso le bailaba, se le había separado la carne. Pedacitos de pulmón, de hígado le salían por la boca. Se ahogaba con sus propias vísceras. Me envolvía la mano con una gasa y la introducía en su boca para sacarle todo aquello de dentro. ¡Esto no se puede contar! ¡Esto no se puede escribir! ¡Ni siquiera soportar!Todo esto tan querido... Tan mío. Tan... No le cabía ninguna talla de zapatos. Lo colocaron en el ataúd descalzo.
Ante mis ojos. Vestido de gala, lo metieron en una bolsa de plástico y la ataron. Y, ya en esta bolsa, lo colocaron en el ataúd. También el ataúd, envuelto en otra bolsa. Un celofán transparente, pero grueso, como un mantel. Y ya todo esto lo introdujeron en un féretro de zinc. Apenas lograron meterlo dentro. Sólo quedó el gorro encima.


De Es Schwertberger


Vinieron todos. Sus padres, los míos. Compramos en Moscú pañuelos negros. Nos recibió la comisión extraordinaria. A todos nos decían lo mismo: no podemos entregaros los cuerpos de vuestros maridos, no podemos daros a vuestros hijos, son muy radiactivos y serán enterrados en un cementerio de Moscú de una manera especial. 


De Es Schwertberger


En unos féretros de zinc soldados, bajo unas planchas de hormigón. Deben ustedes firmarnos estos documentos. Necesitamos su consentimiento. Y si alguien, indignado, quería llevarse el ataúd a casa, lo convencían de que se trataba de unos héroes, decían, y ya no pertenecen a su familia. Son personas oficiales. Y pertenecen al Estado.


De Es Schwertberger


Subimos al autobús. Los parientes y unos militares. Un coronel con una radio. Por la radio oía: "¡Esperen órdenes! ¡Esperen!". Estuvimos dando vueltas por Moscú unas dos o tres horas, por la carretera de circunvalación. Luego regresamos de nuevo a Moscú. 


Jansson Stegner



Y por la radio: "No se puede entrar en el cementerio. Lo han rodeado los corresponsales extranjeros. Aguarden otro poco". Los parientes callan. Mamá lleva el pañuelo negro. Yo noto que pierdo el conocimiento.



De Es Schwertberger


Me da un ataque de histeria: "¿Por qué hay que esconder a mi marido? ¿Quién es? ¿Un asesino? ¿Un criminal? ¿Un preso común? ¿A quién enterramos?". Mamá me dice: "Calma, calma, hija mía". Y me acaricia la cabeza, me toma de la mano. El coronel informa por la radio: "Solicito permiso para dirigirme al cementerio. A la esposa le ha dado un ataque de histeria"...

                                                   Traducción de Ricardo San Vicente.



Richard Morin


 BIBLIOGRAFÍA:

-Svetlana Aleksiévich: wikipedia.

-El País cultural.

-Tres libros imprescindibles de Svetlana Alexievich por Gabriela Esquivada.

-El País. Archivo.

 
De Es Schwertberger



 Amigos, espero que hayáis disfrutado de este viaje de dolor, de compromiso, de valentíay, por supuesto, de literatura. Será muy difícil que Svetlana no viaje ya siempre en nuestro corazón.



Svetlana recibe el Premio Nobel



Aquí os dejo con una entrevista que se le hizo en 2014 en la televisión italiana. Es una pena que no contemos prácticamente con traducciones de sus obras ni con entrevistas con subtítulos al español. De momento procuraremos seguir esta entrevista para conocerla. Esperemos que después de haberse convertirdo en la ganadora del Premio Nobel de Literatura en el 2015 se le dé el sitio que merece y encontremos más oportunidades de disfrutar de sus palabras traducidas.




 Hasta pronto, un beso.

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