Os deseo un Feliz Año Nuevo 2016. Confiemos en que este año nos ofrezca una visión poética y hermosa... En que cada día seamos un poquito mejores. Gracias a vosotros, seguro que la vida será mucho más serena, apacible y bella. Gracias por todo y continuemos con las ganas y la inquietud por aprender y por compartir en este año entrante.
Licio Passon
He aquí un hermoso, profundo, filosófico poema de Jorge Luis Borges, que espero que os guste y que, a pesar de su contenido tan trascendental no deja de movernos la emoción y de tocar nuestras almas con ese extraño e incomprensible espíritu que habita en la poesía y que simplemente sacude nuestro sentir.
Licio Passon
FINAL DE AÑO
Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil. Jorge Luis Borges
Licio Passon
Este otro poema de José Hierro consigue desentrañar en sus versos el sentido de la existencia de manera panteísta y cósmica. Una maravilla. Disfrutemos del poema:
Alfredo Araujo Santoyo
RESPUESTA
Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte,
Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes.
Alfredo Araujo Santoyo
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.
Ivan Marchuk
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.
Alfredo Araujo Santoyo
Criatura también de alegría quisiera que fueras,
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.
Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...
José Esteban Basso Sáez
Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente...
Steve Hanks
Si yo te dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
José Esteban Basso Sáez
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?
Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses. José Hierro
Quisiera felicitaros la Navidad con una colección de pinturas del exquisito pintor e ilustrador ruso Igor Oleynikov, que nos lleva con su imaginación a un mundo onírico donde la realidad se desdibuja y los sueños perfilan nuevas figuras.
Igor Oleynikov
Y, por supuesto, démosle un espacio a la literatura.Para ello, en esta ocasión os dejo un famoso cuento de hadas del narrador y poeta danés Hans Christian Andersen: La pequeña cerillera, La niña de los fósforos, La pequeña vendedora de fósforos o La nochebuena de Anita.
Igor Oleynikov
La pequeña cerillera
Había una niña que no tenía madre ni padre y que vivía en la espesura delbosque. Había una aldea en el lindero del bosque y ella había averiguado que allípodía comprar fósforos a medio penique y después venderlos por la calle a un penique.
Igor Oleynikov
Si vendía suficientes fósforos, podía comprarse un mendrugo de pan, regresar a su cobertizo del bosque y dormir vestida con toda la ropa que tenía.
Igor Oleynikov
Vino el invierno y hacía mucho frío. La niña no tenía zapatos y su abrigoera tan fino que parecía transparente. Sus pies ya habían rebasado el color azul yse habían vuelto de color blanco, lo mismo que los dedos de las manos y la punta de la nariz.
Igor Oleynikov
La niña vagaba por las calles y preguntaba a los desconocidos si por favorle querían comprar cerillas. Pero nadie se detenía ni le prestaba la menor atención. Por consiguiente, una noche se sentó diciendo: "Tengo cerillas, puedo encenderfuego y calentarme." Pero no tenía leña. Aun así, decidió encender las cerillas.
Igor Oleynikov
Mientras permanecía allí sentada con las piernas estiradas, encendió elprimer fósforo. Al hacerlo, tuvo la sensación de que la nieve y el frío desaparecíanpor completo. En lugar de los remolinos de nieve, la niña vio una preciosa estanciacon una gran estufa verde de cerámica y una puerta de hierro adornada. Laestufa irradiaba tanto calor que el aire parecía ondularse. La niña se acurrucó junto a la estufa y se sintió de maravilla.
Igor Oleynikov
Pero, de repente, la estufa se apagó y la niña se encontró de nuevo sentadaen medio de la nieve. Temblaba tanto que los huesos de la cara le crujían. Entoncesencendió la segunda cerilla y la luz se derramó sobre el muro del edificio juntoal cual estaba sentada, y ella lo pudo atravesar con la mirada.
Igor Oleynikov
En la habitacióndel otro lado de la pared había una mesa cubierta con un mantel más blanco quela nieve y sobre la mesa había platos de porcelana de purísimo color blanco y enuna fuente había un pato recién guisado, pero justo cuando ella estaba alargandola mano hacia aquellos manjares, la visión se esfumó.
Igor Oleynikov
La niña se encontró de nuevo en la nieve. Pero ahora las rodillas y los labiosya no le dolían. Ahora el frío le escocía y se estaba abriendo camino por susbrazos y su tronco, por lo que ella decidió encender la tercera cerilla.
Igor Oleynikov
A la luz de la tercera cerilla vio un precioso árbol de Navidad, bellamenteadornado con velas blancas, cintas de encaje y hermosos objetos de cristal y milesy miles de puntitos de luz que ella no podía distinguir con claridad.
Igor Oleynikov
Y entonces contempló el tronco de aquel gigantesco árbol que subía cadavez más alto y se extendía hacia el techo hasta que se convirtió en las estrellasdel firmamento sobre su cabeza y, de pronto, una fulgurante estrella cruzó el cieloy ella recordó que su madre le había dicho que, cuando moría un alma, caíauna estrella.
Igor Oleynikov
Como llovida del cielo se le apareció su amable y cariñosa abuela y ella sellenó de alegría al verla.
Igor Oleynikov
La abuela tomó su delantal y la rodeó con él, la estrechócon fuerza contra sí y ella se puso muy contenta.
Igor Oleynikov
Pero poco después la abuela empezó a esfumarse. Y la niña fue encendiendoun fósforo tras otro para conservar a su abuela a su lado, un fósforo y otro yotro para no perder a su abuela hasta que, al final, la niña y su abuela ascendieronjuntas al cielo, donde no hacía frío y no se pasaba hambre ni se sufría dolor.
Igor Oleynikov
Y, a la mañana siguiente, encontraron a la niña muerta, inmóvil entre las casas.
Igor Oleynikov
¡Feliz Navidad a todos los buenos amigos del CEPA Rosalía de Castro!
Vamos a compartir los versos de uno de nuestros más grandes poetas: Ángel Gonzaléz. Próximamente se cumplirán ocho años de su muerte, ¡y parece que no se fue nunca! Tan intensos son sus poemas, esa intangible mezcla entre lo cotidiano y lo espiritual.
Ángel González
Su lenguaje sencillo, fino, transparente, tantas veces tan cálido. Reconocido como poeta de la generación de los 50, su tono personal, su particular estilo marcan y crean escuela. El extraordinario poeta ovetense contó con la concesión de diversos e importantes premios literarios como:
Ángel González
El Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1985, el Premio Internacional Salerno de Poesía en 1991, el Premio Reina sofía de Poesía Iberoamericana en 1996, el Premio Julián Besteiro de las Artes y las Letras en 2001 o el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en 2004. Por otra parte fue elegido mienbro de la Real Academia Española en el sillón "P" sustituyendo al escritor Julio Caro Baroja.
Ángel González
Disfrutemos de este viaje por sus versos que nos llevan a los matices más profundos del descubrimiento literario a través del sufrimiento, de la pérdida de los seres queridos, de los duros momentos históricos, del compromiso social, pero también del amor, de la belleza, del incomprensible escalofrío humano que de repente se manifiesta en los hallazgos de la naturaleza y del paisaje urbanístico, abanico tan amplio de posibilidades como la vida misma.
Ángel González
Canción de amiga
Nadie recuerda un invierno tan frío como éste.
Las calles de la ciudad son láminas de hielo. Las ramas de los
árboles están envueltas en fundas de hielo. Las estrellas tan altas
son destellos de hielo.
Helado está también mi corazón, pero no fue en invierno. Mi
amiga, mi dulce amiga, aquella que me amaba, me dice que ha
dejado de quererme.
No recuerdo un invierno tan frío como éste.
Alejandro Decinti
¿Cómo seré...
¿Cómo seré
o cuando no sea yo? Cuando el tiempo haya modificado mi
estructura, y mi cuerpo sea otro, otra mi sangre, otros mis
ojos y otros mis cabellos. Pensaré en ti, tal vez. Seguramente,
mis sucesivos cuerpos -prolongándome, vivo, hacia la muerte- se
pasarán de mano en mano de corazón a corazón, de carne a carne,
el elemento misterioso que determina mi tristeza cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente, que me lleva a tu lado sin
remedio: lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos -qué importa que no sean estos ojos- te seguirán a
donde vayas, fieles.
Evan Wilson
Crepúsculo, Albuquerque, invierno
No fue un sueño, lo vi:
La nieve ardía.
Alejandro Decinti
Elegía pura
Aquí no pasa nada,
salvo el tiempo: irrepetible música que resuena, ya extinguida,
en un corazón hueco, abandonado, que alguien toma un momento,
escucha y tira.
Alejandro Decinti
En este instante, breve y duro instante...
En este
instante, breve y duro instante, ¡cuántas bocas de amor están unidas,
cuántas vidas se cuelgan de otras vida exhaustas en su entrega
palpitante!
Fugaz como el destello de un diamante, ¡qué de manos absurdamente
asidas quieren cerrar las más leves salidas a su huida perpetua e
incesante!
Lentos, aquí y allá, y adormecidos, ¡tantos labios elevan
espirales de besos!... Sí, en este instante, ahora
que ya pasó, que ya lo hube perdido, del cual conservo sólo los
cristales rotos, primera ruina de la aurora. (En este instante,
breve, y duro instante...)
Alejandro Decinti
En ti me quedo
De vuelta de una gloria inexistente,
después de haber avanzado un paso hacia ella, retrocedo a
velocidad indecible, alegre casi como quien dobla la esquina de la
calle donde hay una reyerta, llorando avergonzado como el adolescente
hijo de viuda sexagenaria y pobre expulsado de la escuela vespertina
en la que era becario. Estoy aquí, donde yo siempre estuve,
donde apenas hay sitio para mantenerse erguido.
Karin Jurick
La soledad es un farol certeramente apedreado: sobre ella me
apoyo.
La esperanza es el quicio de una puerta de la casa que fue
desarraigada de sus cimientos por los huracanes: quicio-resquicio
por donde entro y salgo cuando paso del nunca (me quisiste) al
todavía (te odio), del tampoco (me escuchas) al también (yo me
callo), del todo (me hace daño) al nada (me lastima).
Karin Jurick
No importa, sin embargo.
Los aviones de propulsión a chorro
salvan rápidamente la distancia que separa Tokio de Copenhague,
pero con más rapidez todavía me desplazo yo a un punto situado a diez
centímetros de mí mismo, de prisa,
muy de prisa, en un abrir y cerrar de ojos, en sólo una
diezmilésima de segundo, lo cual supone una velocidad media de
setenta kilómetros a la hora, que me permite, si mis cálculos son
correctos, estar en este instante aquí, después mucho más lejos,
mañana en un lugar sito a casi mil millas, dentro de una semana en
cualquier parte de la esfera terrestre, por alejada que os parezca
ahora.
Emily Evelet
Consciente de esa circunstancia, en muchas ocasiones
emprendo largos viajes; pero apenas me desplazo unos milímetros
hacia los destinos más remotos, la nostalgia me muerde las entrañas,
y regreso a mi posición primera alegre y triste a un tiempo -como
dije al principio: alegre, porque sé que tú eres mi patria,
amor mío; y triste, porque toda patria, para los que la amamos,
- de acuerdo con mi personal experiencia de la patria- tiene también
bastante de presidio.
Evan Wilson
Así, en ti me quedo, paseo largamente tus piernas y tus
brazos, asciendo hasta tu boca, me asomo al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello, desciendo por tu espalda, cambio de
ruta para recorrer tus caderas, vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado, miro pasar las nubes sobre tus labios
rojos, digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente, y si
cierras los ojos cierro también los míos, y me duermo a tu sombra
como si siempre fuera verano, amor, pensando vagamente en el
mundo inquietante que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.
Alejandro Decinti
Eso era amor
Le comenté: -Me
entusiasman tus ojos.
Y ella dijo: -¿Te gustan solos o con
rimel? -Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.
Alejandro Decinti
Me basta así
Si yo fuera Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a
ti;
lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el
pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al
tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar
silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin
hacernos daño -de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención
cuando te beso;
Evan Wilson
entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y
repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme
jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por
la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel
González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la
vida, resucitándome con tu palabra, Lázaro alegre,
Evan Wilson
yo,
mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la
contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas
y salvas, mueves, dejas abandonado cuando -luego-
callas... (Escucho tu silencio. Oigo constelaciones: existes.
Creo en ti. Eres. Me basta.
Alejandro Decinti
Mientras tú existas...
Mientras tú existas,
mientras mi mirada te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón, si no es tu imagen, y haya una remota
posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada mía, transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
Evan Wilson
Milagro de la luz
Milagro de la luz: la sombra nace,
choca en silencio contra las montañas, se desploma sin peso
sobre el suelo
desvelando a las hierbas delicadas.
Los eucaliptos dejan en
la tierra
la temblorosa piel de su alargada silueta, en la que vuelan
fríos
pájaros que no cantan.
Una sombra más leve y más sencilla,
que nace de tus piernas, se adelanta para anunciar el último, el
más puro
milagro de la luz: tú contra el alba.
Alejandro Decinti
Muerte en el olvido
Yo sé que
existo porque tu me imaginas. Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras con buenos ojos, con mirada
limpia. Tu pensamiento me hace inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo y bondadoso. Pero si tú me
olvidas quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva mi carne, pero será otro hombre -oscuro,
torpe, malo- el que la habita...
Evan Wilson
Todo amor es efímero
Ninguna era tan bella como tú durante aquel fugaz momento en que te
amaba:
mi vida entera.
Evan Wilson
No dejéis de deleitaros con los siguientes recitales y canciones, poesía hecha paraíso y música. Ángel González recita sus propios poemas:
La palabra en el aire, poemas de Ángel González,musicalizados por Pedro Guerra, el poeta también recita:
Espero que hayáis disfrutado de este inmenso poeta. Espero vuestras sensaciones y comentarios