jueves, 31 de diciembre de 2015

FELIZ AÑO NUEVO 2016

Queridos amigos:

Os deseo un Feliz Año Nuevo 2016. Confiemos en que este año nos ofrezca una visión poética y hermosa... En que cada día seamos un poquito mejores. Gracias a vosotros, seguro que la vida será mucho más serena, apacible y bella. Gracias por todo y continuemos con las ganas y la inquietud por aprender y por compartir en este año entrante.




Licio Passon


He aquí un hermoso, profundo, filosófico poema de Jorge Luis Borges, que espero que os guste y que, a pesar de su contenido tan trascendental no deja de movernos la emoción y de tocar nuestras almas con ese extraño e incomprensible espíritu que habita en la poesía y que simplemente sacude nuestro sentir.



Licio Passon




FINAL DE AÑO

Ni el pormenor simbólico

de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil.

                                                                     Jorge Luis Borges 





Licio Passon



Este otro poema de José Hierro consigue desentrañar en sus versos el sentido de la existencia de manera panteísta y cósmica. Una maravilla. Disfrutemos del poema:



Alfredo Araujo Santoyo





RESPUESTA

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte,
Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes. 




Alfredo Araujo Santoyo


 

Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes. 



 
Ivan Marchuk



Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese. 


 
Alfredo Araujo Santoyo



Criatura también de alegría quisiera que fueras,
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde... 



 
José Esteban Basso Sáez



Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente...



 
Steve Hanks



Si yo te dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos? 



 
José Esteban Basso Sáez



Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte? 



 




¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?

Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.
                                              
                                                                       José Hierro


José Esteban Basso Sáez


Feliz Año Nuevo 2016. Un abrazo.


 ...


miércoles, 23 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD 2015


Queridos amigos:

Quisiera felicitaros la Navidad con una colección de pinturas del exquisito pintor e ilustrador ruso Igor Oleynikov, que nos lleva con su imaginación a un mundo onírico donde la realidad se desdibuja y los sueños perfilan nuevas figuras.



Igor Oleynikov



Y, por supuesto, démosle un espacio a la literatura. Para ello, en esta ocasión os dejo un famoso cuento de hadas del narrador y poeta danés Hans Christian Andersen: La pequeña cerillera, La niña de los fósforos, La pequeña vendedora de fósforos o La nochebuena de Anita.


Igor Oleynikov





La pequeña cerillera

Había una niña que no tenía madre ni padre y que vivía en la espesura del bosque. Había una aldea en el lindero del bosque y ella había averiguado que allí podía comprar fósforos a medio penique y después venderlos por la calle a un penique.



Igor Oleynikov



Si vendía suficientes fósforos, podía comprarse un mendrugo de pan, regresar a su cobertizo del bosque y dormir vestida con toda la ropa que tenía.


Igor Oleynikov
 

Vino el invierno y hacía mucho frío. La niña no tenía zapatos y su abrigo era tan fino que parecía transparente. Sus pies ya habían rebasado el color azul y se habían vuelto de color blanco, lo mismo que los dedos de las manos y la punta de la nariz.

 
Igor Oleynikov



La niña vagaba por las calles y preguntaba a los desconocidos si por favor le querían comprar cerillas. Pero nadie se detenía ni le prestaba la menor atención.
Por consiguiente, una noche se sentó diciendo: "Tengo cerillas, puedo encender fuego y calentarme." Pero no tenía leña. Aun así, decidió encender las cerillas.


Igor Oleynikov
 

Mientras permanecía allí sentada con las piernas estiradas, encendió el primer fósforo. Al hacerlo, tuvo la sensación de que la nieve y el frío desaparecían por completo. En lugar de los remolinos de nieve, la niña vio una preciosa estancia con una gran estufa verde de cerámica y una puerta de hierro adornada. La estufa irradiaba tanto calor que el aire parecía ondularse. La niña se acurrucó junto a la estufa y se sintió de maravilla.

 
Igor Oleynikov


Pero, de repente, la estufa se apagó y la niña se encontró de nuevo sentada en medio de la nieve. Temblaba tanto que los huesos de la cara le crujían. Entonces encendió la segunda cerilla y la luz se derramó sobre el muro del edificio junto al cual estaba sentada, y ella lo pudo atravesar con la mirada. 

 
Igor Oleynikov



En la habitación del otro lado de la pared había una mesa cubierta con un mantel más blanco que la nieve y sobre la mesa había platos de porcelana de purísimo color blanco y en una fuente había un pato recién guisado, pero justo cuando ella estaba alargando la mano hacia aquellos manjares, la visión se esfumó.



Igor Oleynikov
 

La niña se encontró de nuevo en la nieve. Pero ahora las rodillas y los labios ya no le dolían. Ahora el frío le escocía y se estaba abriendo camino por sus brazos y su tronco, por lo que ella decidió encender la tercera cerilla.



Igor Oleynikov
 

A la luz de la tercera cerilla vio un precioso árbol de Navidad, bellamente adornado con velas blancas, cintas de encaje y hermosos objetos de cristal y miles y miles de puntitos de luz que ella no podía distinguir con claridad.


Igor Oleynikov
 


Y entonces contempló el tronco de aquel gigantesco árbol que subía cada vez más alto y se extendía hacia el techo hasta que se convirtió en las estrellas del firmamento sobre su cabeza y, de pronto, una fulgurante estrella cruzó el cielo y ella recordó que su madre le había dicho que, cuando moría un alma, caía una estrella.



Igor Oleynikov



Como llovida del cielo se le apareció su amable y cariñosa abuela y ella se llenó de alegría al verla. 


 
Igor Oleynikov



La abuela tomó su delantal y la rodeó con él, la estrechó con fuerza contra sí y ella se puso muy contenta.



Igor Oleynikov
 

Pero poco después la abuela empezó a esfumarse. Y la niña fue encendiendo un fósforo tras otro para conservar a su abuela a su lado, un fósforo y otro y otro para no perder a su abuela hasta que, al final, la niña y su abuela ascendieron juntas al cielo, donde no hacía frío y no se pasaba hambre ni se sufría dolor.

 
Igor Oleynikov



Y, a la mañana siguiente, encontraron a la niña muerta, inmóvil entre las casas.


Igor Oleynikov



¡Feliz Navidad a todos los buenos amigos del CEPA Rosalía de Castro!



BIBLIOGRAFÍA

-Hans Cristian Andersen.

-Clarissa Pinkola Estés: Mujeres que corren con los lobos.

-Igor Oleynikov

...




sábado, 12 de diciembre de 2015

ÁNGEL GONZÁLEZ, POETA DEL 50


Queridos amigos:

Vamos a compartir los versos de uno de nuestros más grandes poetas: Ángel Gonzaléz. Próximamente se cumplirán ocho años de su muerte, ¡y parece que no se fue nunca!  Tan intensos son sus poemas, esa intangible mezcla entre lo cotidiano y lo espiritual. 

 
Ángel González


Su lenguaje sencillo, fino, transparente, tantas veces tan cálido. Reconocido como poeta de la generación de los 50, su tono personal, su particular estilo marcan y crean escuela. El extraordinario poeta ovetense contó con la concesión de diversos e importantes premios literarios como


Ángel González

El Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1985, el Premio Internacional Salerno de Poesía en 1991, el Premio Reina sofía de Poesía Iberoamericana en 1996, el Premio Julián Besteiro de las Artes y las Letras en 2001 o el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en 2004. Por otra parte fue elegido mienbro de la Real Academia Española en el sillón "P" sustituyendo al escritor Julio Caro Baroja.



Ángel González


Disfrutemos de este viaje por sus versos que nos llevan a los matices más profundos del descubrimiento literario a través del sufrimiento, de la pérdida de los seres queridos, de los duros momentos históricos, del compromiso social, pero también del amor, de la belleza, del incomprensible escalofrío humano que de repente se manifiesta en los hallazgos de la naturaleza y del paisaje urbanístico, abanico tan amplio de posibilidades como la vida misma.

 
 
Ángel González



Canción de amiga

Nadie recuerda un invierno tan frío como éste.

Las calles de la ciudad son láminas de hielo.
Las ramas de los árboles están envueltas en fundas de hielo.
Las estrellas tan altas son destellos de hielo.

Helado está también mi corazón,
pero no fue en invierno.
Mi amiga,
mi dulce amiga,
aquella que me amaba,
me dice que ha dejado de quererme.

No recuerdo un invierno tan frío como éste.

 
Alejandro Decinti



 ¿Cómo seré...
 
¿Cómo seré o
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.

Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.

 
Evan Wilson


  Crepúsculo, Albuquerque, invierno

No fue un sueño,
lo vi:

La nieve ardía.


Alejandro Decinti



Elegía pura

Aquí no pasa nada,
salvo el tiempo:
irrepetible
música que resuena,
ya extinguida,
en un corazón hueco, abandonado,
que alguien toma un momento,
escucha
y tira.


 
Alejandro Decinti


 En este instante, breve y duro instante...

En este instante, breve y duro instante,
¡cuántas bocas de amor están unidas,
cuántas vidas se cuelgan de otras vida
exhaustas en su entrega palpitante!

Fugaz como el destello de un diamante,
¡qué de manos absurdamente asidas
quieren cerrar las más leves salidas
a su huida perpetua e incesante!

Lentos, aquí y allá, y adormecidos,
¡tantos labios elevan espirales
de besos!... Sí, en este instante, ahora

que ya pasó, que ya lo hube perdido,
del cual conservo sólo los cristales
rotos, primera ruina de la aurora.
(En este instante, breve, y duro instante...)

 
Alejandro Decinti



 En ti me quedo

De vuelta de una gloria inexistente,
después de haber avanzado un paso hacia ella,
retrocedo a velocidad indecible,
alegre casi como quien dobla la esquina de la
calle donde hay una reyerta,
llorando avergonzado como el adolescente
hijo de viuda sexagenaria y pobre
expulsado de la escuela vespertina en la que era becario.
Estoy aquí,
donde yo siempre estuve,
donde apenas hay sitio para mantenerse erguido.


Karin Jurick


La soledad es un farol certeramente apedreado:
sobre ella me apoyo.

La esperanza es el quicio de una puerta

de la casa que fue desarraigada
de sus cimientos por los huracanes:
quicio-resquicio por donde entro y salgo
cuando paso del nunca (me quisiste) al todavía (te odio),
del tampoco (me escuchas) al también (yo me callo),
del todo (me hace daño) al nada (me lastima).


Karin Jurick


No importa, sin embargo.

Los aviones de propulsión a chorro salvan rápidamente
la distancia que separa Tokio de Copenhague,
pero con más rapidez todavía
me desplazo yo a un punto situado a diez centímetros
de mí mismo,
de prisa,
muy de prisa,
en un abrir y cerrar de ojos,
en sólo una diezmilésima de segundo,
lo cual supone una velocidad media de setenta kilómetros a la hora,
que me permite,
si mis cálculos son correctos,
estar en este instante aquí,
después mucho más lejos,
mañana en un lugar sito a casi mil millas,
dentro de una semana en cualquier parte
de la esfera terrestre,
por alejada que os parezca ahora.

 
Emily Evelet


Consciente de esa circunstancia,
en muchas ocasiones emprendo largos viajes;
pero apenas me desplazo unos milímetros
hacia los destinos más remotos,
la nostalgia me muerde las entrañas,
y regreso a mi posición primera
alegre y triste a un tiempo
-como dije al principio:
alegre,
porque sé que tú eres mi patria,
amor mío;
y triste,
porque toda patria, para los que la amamos,
- de acuerdo con mi personal experiencia de la patria-
tiene también bastante de presidio.


Evan Wilson


Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus piernas y tus brazos,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,
vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fuera
verano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.


 
Alejandro Decinti

 Eso era amor
 
Le comenté:
-Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
               -¿Te gustan solos o con rimel?
-Grandes
                    respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.



 
Alejandro Decinti


  Me basta así

Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;

 
Evan Wilson


entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
 
 
Evan Wilson


yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando  -luego-  callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.

 
Alejandro Decinti


  Mientras tú existas...
 
Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
                                              Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.



 
Evan Wilson


  Milagro de la luz

Milagro de la luz: la sombra nace,
choca en silencio contra las montañas,
se desploma sin peso sobre el suelo
desvelando a las hierbas delicadas.

Los eucaliptos dejan en la tierra
la temblorosa piel de su alargada
silueta, en la que vuelan fríos
pájaros que no cantan.

Una sombra más leve y más sencilla,
que nace de tus piernas, se adelanta
para anunciar el último, el más puro
milagro de la luz: tú contra el alba.

 
Alejandro Decinti


  Muerte en el olvido
 
Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

 
Evan Wilson



 Todo amor es efímero

Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
                                                        mi vida entera.

 
Evan Wilson



 No dejéis de deleitaros con los siguientes recitales y canciones, poesía hecha paraíso y música.
  
Ángel González recita sus propios poemas:





La palabra en el aire, poemas de  Ángel González, musicalizados por Pedro Guerra, el poeta también recita:





Espero que hayáis disfrutado de este inmenso poeta. Espero vuestras sensaciones y comentarios

Hasta pronto, un beso.



BIBLIOGRAFÍA:


-WIKIPEDIA.


-A MEDIA VOZ.


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