domingo, 31 de enero de 2016

JOSÉ MARTÍ: 28 enero de 1853 - 19 de mayo de 1895


Queridos amigos: 

Hace 163 años que nació el gran poeta y pensador José Martí en La Habana, Cuba. Cuánto me gusta recordar que si consideramos a Rubén Darío el padre del Modernismo, sin duda, si continuamos con la metáfora, entonces el abuelo del Modernismo sería José Martí. Sus versos sencillos, libres, muestran un gran efecto plástico, sonoro, aunque seguramente no tan rimbombantes como los de Rubén Darío


 
José Martí



Capta en su espíritu y refleja en sus versos el avance tecnológico de la humanidad aparejado en muchos casos a un descuido en los valores del compromiso social y a una deshumanización, que el autor recoge intensamente y une a un sentimiento panteísta y de comprensión cósmica en cuanto al papel del ser humano en nuestro gran universo.


José Martí con su adorado hijo "Ismaelillo" al que le dedicó un poemario del mismo nombre



Con motivo del recordatorio de su nacimiento un 28 de enero de 1853, me gustaría dedicarle este pequeño homenaje y compartir con vosotros, estos versos únicos y geniales, nacidos de un poeta con una voz poderosa, dulce en ocasiones, sencilla pero profunda, nueva, modernista, y siempre de gran compromiso humano y político.

 
José Martí con su mujer Carmen Zayas y su hijo "Ismaelillo"


Disfrutemos de sus inolvidables versos:


En este poema encontraréis una de las creaciones literarias más veces llevadas a la música, quizás la conozcáis como Guantanamera. Disfrutad del hallazgo de la sencillez y la belleza.



Vicente Torres



I

Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma.
Y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
y hacia todas partes voy,
arte soy entre las artes,
en los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
de las yerbas y las flores,




Vicente Torres
 


y de mortales engaños,
y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
llover sobre mi cabeza
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.




Jean-Pierre Leclercq

 

 Alas nacer vi en los hombros
de las mujeres hermosas,
y salir de los escombros
volando las mariposas.




Vicente Torres
 


He visto vivir a un hombre
con el puñal al costado,
sin decir jamás el nombre
de aquella que lo ha matado.


 
Jean-Pierre Leclercq



Rápida, como un reflejo,
dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
cuando ella me dijo adiós.



Federico Pillan



Temblé una vez en la reja,
a la entrada de la viña,
cuando la bárbara abeja
picó en la frente a mi niña.


 
Pier Toffoletti



Gocé una vez, de tal suerte
que gocé cual nunca cuando
la sentencia de mi muerte
leyó el alcaide llorando.


 
Morteza Katouzian



Oigo un suspiro, a través
de las tierras y la mar,
y no es un suspiro, es
que mi hijo va a despertar.


 
Morteza Katouzian


Si dicen que del joyero
tome la joya mejor
tomo a un amigo sincero
y pongo a un lado el amor.



Alexander Makhov



Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno,
y morir en su guarida
la víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
cede, lívido, al descanso,
sobre el silencio profundo
murmura el arroyo manso.



Joshua Burbank



Yo he puesto la mano osada
de horror y júbilo yerta,
sobre la estrella apagada
que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere,
El hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla, y muere.


 
Steven Skollar



Todo es hermoso y constante,
todo es música y razón,
y todo, como el diamante,
antes que luz es carbón. 


 

Irene Wellm

 

Yo sé que el necio se entierra
con gran lujo y con gran llanto,
y que no hay fruta en la tierra
como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
la pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
mi muceta de doctor.

                                              VERSOS SENCILLOS (1891)






Vicente Romero Redondo




IV

Yo visitaré anhelante
los rincones donde a solas
estuvimos yo y mi amante
retozando con las olas.

Solos los dos estuvimos,
solos, con la compañía
de dos pájaros que vimos
meterse en la gruta umbría.

Y ella, clavando los ojos,
en la pareja ligera,
deshizo los lirios rojos
que le dio la jardinera.



Vicente Romero Redondo


La madreselva olorosa
cogió con sus manos ella,

y una madama graciosa,
 y un jazmín como una estrella.

“Yo quise, diestro y galán,
abrirle su quitasol;

y ella me dijo: "¡Qué afán!
¡Si hoy me gusta ver el Sol!”

“Nunca más altos he visto
estos nobles robledales:
Aquí debe estar el Cristo,
porque están las catedrales.”

“Ya sé dónde ha de venir
mi niña a la comunión;
de blanco la he de vestir
con un gran sombrero alón.”




Vicente Romero Redondo

 
Después, del calor al peso,
entramos por el camino,
 y nos dábamos un beso
en cuanto sonaba un trino.

¡Volveré, cual quien no existe,
al lago mudo y helado:
Clavaré la quilla triste:
Posaré el remo callado!



                                            VERSOS SENCILLOS (1891) 









V

Si ves un monte de espumas,
es mi verso lo que ves,
mi verso es un monte, y es
un abanico de plumas.

Mi verso es como un puñal
que por el puño echa flor,
mi verso es un surtidor
que da un agua de coral.

Mi verso es de un verde claro
y de un carmín encendido,
mi verso es un ciervo herido
que busca en el monte amparo.

Mi verso al valiente agrada,
mi verso, breve y sincero,
es del vigor del acero
con que se funde la espada.



                                             VERSOS SENCILLOS (1891)


Suhair Sibai




IX   LA NIÑA DE GUATEMALA


Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda

y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.



Suhair Sibai

...Ella dió al desmemoriado
una almohadilla de olor,
él volvió, volvió casado,
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores,
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.

...Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador,
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.




Suhair Sibai



Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!

...Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor,
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.


 

Suhair Sibai


Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos,
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador,

¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!

                                              VERSOS SENCILLOS (1891) 




Suhair Sibai




XXVII

El enemigo brutal
nos pone fuego a la casa,
el sable la calle arrasa,
a la luna tropical.

Pocos salieron ilesos
del sable del español:
la calle, al salir el sol,
era un reguero de sesos.



Augusto Ferrer-Dalmau



Pasa, entre balas, un coche,
Entran, llorando, a una muerta,
llama una mano a la puerta
en lo negro de la noche.




Evelyn Williams


No hay bala que no taladre
el portón y la mujer
que llama, me ha dado el ser,
me viene a buscar mi madre.




Evelyn Williams


A la boca de la muerte,
los valientes habaneros
se quitaron los sombreros
ante la matrona fuerte.




Evelyn Williams


Y después que nos besamos
como dos locos, me dijo:

 

Evelyn Williams



“¡Vamos pronto, vamos, hijo,
la niña está sola: vamos!”



                                            VERSOS SENCILLOS (1891)





W.A. Di Bolgherese




XXXIX

Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.



Igor Levashov


Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo
cardo ni oruga cultivo:
cultivo la rosa blanca.


                                              VERSOS SENCILLOS (1891)


 
Vicente Romero Redondo



XLVI


Vierte, corazón, tu pena
donde no te llegue a ver,
por soberbia, y por no ser
motivo de pena ajena.

Yo te quiero, verso amigo,
porque cuando siento el pecho
ya muy cargado y deshecho,
parto la carga contigo.

Tú me sufres, tú aposentas
en tu regazo amorosa,
todo mi amor doloroso,
todas mis ansias y afrentas.

Tú, porque yo pueda en calma
amar y hacer bien, consientes
en enturbiar tus corrientes
con cuanto me agobia el alma.

Tú, porque yo cruce fiero
la tierra, y sin odio, y puro,
te arrastras, pálido y duro,
mi amoroso compañero.



Morteza Katouzian


Mi vida así se encamina
al cielo limpia y serena,

y tú me cargas mi pena
con tu paciencia divina.

Y porque mi cruel costumbre
de echarme en ti te desvía
de tu dichosa armonía
y natural mansedumbre;

Porque mis penas arrojo
sobre tu seno, y lo azotan,
y tu corriente alborotan,
y acá lívido, allá rojo,

Blanco allá como la muerte,
ora arremetes y ruges,
ora con el peso crujes
de un dolor más que tú fuerte.

¿Habré, como me aconseja
un corazón mal nacido,
de dejar en el olvido
a aquel que nunca me deja?

¡Verso, nos hablan de un Dios
adonde van los difuntos:
verso, o nos condenan juntos,
o nos salvamos los dos!

                                             
                                           VERSOS SENCILLOS (1891)


 
Vicente Romero Redondo



XVII


Es rubia: el cabello suelto
da más luz al ojo moro,
voy, desde entonces, envuelto
en un torbellino de oro.




W.A. Di Bolgherese



La abeja estival que zumba
más ágil por la flor nueva,
no dice, como antes, “tumba”:
“Eva” dice: todo es “Eva”.




W.A. di Bolgherese


Bajo, en lo oscuro, al temido
raudal de la catarata
¡y brilla el iris, tendido
sobre las hojas de plata!




Thomas M. Thomson



Miro, ceñudo, la agreste
pompa del monte irritado
¡y en el alma azul celeste
brota un jacinto rosado!




W.A. Bolgherese


Voy, por el bosque, a paseo
a la laguna vecina
y entre las ramas la veo,
y por el agua camina.



Jared Joslin



La serpiente del jardín
silba, escupe, y se resbala
por su agujero: el clarín
me tiende, trinando, el ala.

¡Arpa soy, salterio soy
donde vibra el Universo,
vengo del sol, y al sol voy
soy el amor, soy el verso!



                                             VERSOS SENCILLOS (1891)


 
Marco Rossati




ISMAELILLO


Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.
Tiene guedejas rubias,
blandas guedejas;
por sobre el hombro blanco
luengas le cuelgan.
Sus dos ojos parecen
estrellas negras:
¡Vuelan, brillan, palpitan,
relampaguean!
Él para mí es corona,
almohada, espuela,
mi mano, que así embrida
potros y hienas,
va, mansa y obediente,
donde él la lleva.
Si el ceño frunce, temo;
si se me queja,
cual de mujer, mi rostro
nieve se trueca;
su sangre, pues, anima
mis flacas venas,
¡con su gozo mi sangre
se hincha, o se seca!
Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.




José Martí con su hijo "Ismaelillo"
 


¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
por esta cueva!
Tal es, cuando a mis ojos
su imagen llega,
cual si en lóbrego antro
pálida estrella,
con fulgores de ópalo,
todo vistiera.
A su paso la sombra
matices muestra,
como al sol que las hiere
las nubes negras.
¡Heme ya, puesto en armas,
en la pelea!
Quiere el príncipe enano
que a luchar vuelva.

 
 
Virginia Derryberry



¡Él para mí es corona,
almohada, espuela!
Y como el sol, quebrando
las, nubes negras,
en banda de colores
la sombra trueca,
él, al tocarla, borda
en la onda espesa,
mi banda de batalla
roja y violeta.


 
W.A. Bolgherese



¿Conque mi dueño quiere
que a vivir vuelva?
¡Venga mi caballero
por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
por esta cueva!
¡Déjeme que la vida
 a él, a él le ofrezca!
Para un príncipe enano
se hace esta fiesta.


                                                                                          ISMAELILLO (1881)






EL BUEN PEDRO

 

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
porque tras mis orejas el cabello
en crespas ondas su caudal levanta.



Fred Hatt


 
¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,
en rubios caldos y en fragantes pomas,
entre mancebas del astuto Norte,
de tus esclavos el sudor sangriento,
torcido en oro, descuidado bebes,
pensativo, febril, pálido, grave,


 
Fred Hatt



mi pan rebano en solitaria mesa 
pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
de libertad de su infortunio al siervo
y de tu infamia a ti! Y en estos lances,
suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
faltar la monedilla que reclama
con sus húmedas manos el barbero.



                                         Versos libres (1878-1882)


 
W.A. Bolgherese




AMOR DE CIUDAD GRANDE



De gorja son y rapidez los tiempos.
Corre cual luz la voz; en alta aguja, 

cual nave despeñada en sirte horrenda,
húndese el rayo, y en ligera barca
el hombre, como alado, el aire hiende. 




Marco Rossati



¡Así el amor, sin pompa ni misterio
muere, apenas nacido, de saciado!
¡Jaula es la villa de palomas muertas 

y ávidos cazadores! Si los pechos
se rompen de los hombres, y las carnes
rotas por tierra ruedan, ¡no han de verse
dentro más que frutillas estrujadas!



 
W.A. Bolgherese



Se ama de pie, en las calles, entre el polvo
de los salones y las plazas; muere
la flor el día en que nace. Aquella virgen
trémula que antes a la muerte daba
la mano pura que ha ignorado mozo; 


 
Clarissa Koch Aroi



el goce de temer; aquel salirse
del pecho el corazón; el inefable
placer de merecer; el grato susto
de caminar de prisa en derechura
del hogar de la amada, y a sus puertas
como un niño feliz romper en llanto; 



W.A. Bolgherese



y aquel mirar, de nuestro amor al fuego,
irse tiñendo de color las rosas,
¡ea, que son patrañas! Pues ¿quién tiene 

tiempo de ser hidalgo? ¡Bien que sienta,
cual áureo vaso o lienzo suntuoso,
dama gentil en casa de magnate! 


 
W.A. Bolgherese


O si se tiene sed, se alarga el brazo
¡y a la copa que pasa se la apura! 



 
Jared Joslin



Luego, la copa turbia al polvo rueda,
y el hábil catador –manchado el pecho
de una sangre invisible– sigue alegre
coronado de mirtos, su camino! 


 
Jared Joslin




¡No son los cuerpos ya sino desechos,
y fosas, y jirones! Y las almas
no son como en el árbol fruta rica
en cuya blanda piel la almíbar dulce
en su sazón de madurez rebosa,
¡sino fruta de plaza que a brutales 

golpes el rudo labrador madura!


 
Marco Rossati



¡La edad es ésta de los labios secos!
¡De las noches sin sueño! ¡De la vida
estrujada en agraz! ¿Qué es lo que falta
que la ventura falta? Como liebre  

azorada, el espíritu se esconde,
trémulo huyendo al cazador que ríe,
cual en soto selvoso, en nuestro pecho; 



James Huctwith



y el deseo, de brazo de la fiebre, 
cual rico cazador recorre el soto.


 
Marco Rossati



¡Me espanta la ciudad! ¡Toda está llena
de copas por vaciar, o huecas copas!
¡Tengo miedo ¡ay de mí! de que este vino
tósigo sea, y en mis venas luego
cual duende vengador los dientes clave! 


 
Jared Joslin


¡Tengo sed; mas de un vino que en la tierra
no se sabe beber! ¡No he padecido
bastante aún, para romper el muro
que me aparta ¡oh dolor! de mi viñedo! 


 
Marco Rossati



¡Tomad vosotros, catadores ruines
De vinillos humanos, esos vasos
donde el jugo de lirio a grandes sorbos
sin compasión y sin temor se bebe!
¡Tomad! ¡Yo soy honrado, y tengo miedo!



                                                Versos libres (1878-1882)




W.A. Bolgherese





BANQUETE DE TIRANOS


Hay una raza vil de hombres tenaces
de sí propios inflados, y hechos todos,
todos del pelo al pie, de garra y diente;
y hay otros, como flor, que al viento exhalan
en el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras
y plantas insectívoras y pura
sensitiva y clavel en los jardines.




Irene Wellm



De alma de hombres de unos se alimentan,
los otros su alma dan a que se nutran
y perfumen su diente los glotones,
tal como el hierro frío en las entrañas
de la virgen que mata se calienta.



Marco Rossati



A un banquete se sientan los tiranos,  
pero cuando la mano ensangrentada
hunden en el manjar, del mártir muerto
surge una luz que les aterra, flores
grandes como una cruz súbito surgen
y huyen, rojo el hocico, y pavoridos
a sus negras entrañas los tiranos.



 
Héctor Vargas



Los que se aman a sí, los que la augusta
razón a su avaricia y gula ponen,
los que no ostentan an la frente honrada
ese cinto de luz que en el yugo funde
como el inmenso sol en ascuas quiebra
los astros que a su seno se abalanzan,
los que no llevan del decoro humano
ornado el sano pecho: los menores
y los segundones de la vida, sólo
a su goce ruin y medro atentos
y no al concierto universal.




Marco Rossati



Danzas, comidas, músicas, harenes,
jamás la aprobación de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede,
hágase... clávalos, clávalos
en el horcón más alto del camino
por la mitad de la villana frente,




Marcelo Bollonine
 


a la grandiosa humanidad traidores,
como implacable obrero
que un féretro de bronce clavetea,
los que contigo
se parten la nación a dentelladas.




                                         Versos libres (1878-1882)



Amigos, os dejo la versión muscializada de Pablo Milanes donde recoge prácticamente todos los versos que hemos traído a esta entrada. Una auténtica joya, con la que espero que os deleitéis.
 





Hasta pronto, queridos amigos. Un beso.


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